Algo que nunca esperé que sucediera en mi año como au pair en Estados Unidos era encontrar el amor. No me malinterpreten, sí estaba abierta a la posibilidad, pero no pensé que pudiera pasar y tampoco lo estaba buscando. En tal caso, habría pensado que conocería a un joven estadounidense en las clases en la universidad, tal vez en una fiesta o en un juego de béisbol. Ahora entiendo por qué tantas personas dicen que el amor está al lado que uno no mira o donde menos se espera.
Conocí a Kevin en mayo de 2012 en Maryland, durante su segunda o tercera semana como au pair. En ese momento yo llevaba 6 meses viviendo en Estados Unidos y me estaba preparando para quedarme otro año, ya que había decidido extender con mi familia anfitriona. Como él estaba recién llegado y no conocía a nadie, una amiga mía que lo había conocido antes (pero que era muy tímida) me preguntó si estaría dispuesta a mostrarle los alrededores y presentarle gente y otras au pairs. Mi amiga me describía como una “mariposa social”, así que acepté sin dudarlo. Siempre me había gustado darle la bienvenida a las nuevos au pairs en nuestra área, conocerlas y mostrarles la zona. Así que lo llamé, le pregunté si quería venir a una fiesta con algunos amigos, e incluso me ofrecí para recogerlo. Nos la llevamos muy bien y pronto nos volvimos ¡mejores amigos! Cada tercer día podíamos encontrarnos y hacer planes. Estuvimos el uno para el otro en las dificultades que surgen al estar lejos de tu familia y amigos, nos apoyamos y nos hacíamos reír el uno al otro. Planeamos viajes juntos lo que más pudimos. Algunas veces íbamos con amigos y otras veces fuimos sólo los dos. Yo quería disfrutar mi tiempo como au pair y fue maravilloso contar con un amigo tan increíble con quien compartir esta experiencia. De repente, Kevin se convirtió en mi familia. Él fue de lo mejor que me pasó en los Estados Unidos.
El tiempo pasó tan rápido y sin darnos cuenta, nuestra vida de au pair terminó. Decir adiós fue muy duro, yo tenía mi corazón destrozado y no sabía si volvería a ver a Kevin de nuevo.
Él regresó a Alemania y yo a México, pero nos mantuvimos en contacto, cada vez que podíamos nos llamábamos por Skype y nos enviábamos mensajes. Casi un año y medio después, él viajó a México a visitarme y luego, a los seis meses, ¡yo fui a visitarlo a Alemania! En cada visita, sentía que me iba enamorando cada vez más. Es decir, él era mi mejor amigo, yo ya lo quería y lo apreciaba muchísimo. Tuvimos una maravillosa amistad desde el principio, y vivimos muchas cosas juntos, desde la vez que hicimos el viaje de 32 horas en bus hasta las Cataratas del Niágara en un fin de semana, hasta un día de verano en Nueva York donde le pedimos a un extraño que nos tomara una foto y nos dijo con entusiasmo: “¡ahora, un beso!” Él no sabía que éramos sólo amigos, y nos hizo sonrojar de inmediato, así conseguimos la foto con la carcajada más sincera que jamás hayamos tenido. Después de que nuestro tiempo como au pairs había terminado, cada vez que nos veíamos el sentimiento era diferente. Era como si el cariño que ya sentía por él como mi mejor amigo, hubiera cambiado, volviéndose más grande y fuerte. Se lo confesé y para mi suerte: ¡él sentía lo mismo! Después de conocernos y ser amigos por más de tres años y medio, Kevin finalmente me preguntó si quería ser su novia. Mantuvimos nuestra relación a larga distancia por casi un año hasta que terminé mis estudios universitarios, y en diciembre de 2016, me mudé para Alemania, donde un año después, nos casamos.
Hasta el día de hoy, Kevin sigue siendo mi mejor amigo y la luz de mi vida.
Lo que me sucedió fue algo tan inesperado, que ahora pienso que así es como la vida nos sorprende si le damos la oportunidad de hacerlo.
De vez en cuando me pregunto cómo sería mi vida si algunas de mis decisiones hubieran sido diferentes. Al principio, tenía miedo de ser au pair, pues no es fácil pensar en tener que dejar a la familia y a los amigos por uno o dos años. Empezar una nueva aventura lejos del hogar fue muy valiente y retador, pero definitivamente valió la pena, porque si ese miedo se hubiera apoderado de mí, no hubiera conocido a mis hermosos niños anfitriones o a todos mis amigos de diferentes países a quienes puedo visitar y ahora sé que tengo un lugar en sus hogares en Francia, Polonia o Suiza. No sabría qué se siente vivir en otro país y aprender a ser independiente, crecer como persona y como profesional. No sabría cómo esa decisión iba a impactar mi vida de una manera que la cambiaría por completo…no habría conocido a Kevin. Ahora, agradezco todos los días haber tomado la decisión de ser au pair.